Cuáles son algunas razones que tiene para estar agradecidos por ser miembros de la Iglesia?
Por ejemplo, si ha expresado gratitud por el matrimonio eterno, eso no sería posible sin el poder sellador del sacerdocio. Aun algo tan sencillo como la unidad en la Iglesia no sería posible sin los profetas, los apóstoles y los otros líderes del sacerdocio, que nos ayudan a obtener la “unidad de la fe” (Efesios 4:13; véanse también los versículos 10–12).
1. El orden en que se restauró el sacerdocio y sus oficios.
El Sacerdocio Aarónico y el Sacerdocio de Melquisedec se restauraron en la tierra en 1829. Después de la organización de la Iglesia en 1830, el Señor reveló poco a poco los oficios, los quórumes y los consejos del sacerdocio, según fuera necesario, para proporcionar liderazgo para el crecimiento de la Iglesia. La siguiente cronología resume esa restauración.
- Sacerdocio Aarónico: 15 de mayo de 1829
- Sacerdocio de Melquisedec: mayo o junio de 1829
- Apóstoles, élderes, presbíteros, maestros y diáconos: abril de 1830
- Obispo: 4 de febrero de 1831
- Sumos sacerdotes: junio de 1831
- Primera Presidencia: 1832–1833
- Patriarca: 18 de diciembre de 1833
- Sumo consejo: 17 de febrero de 1834
- Quórum de los Doce Apóstoles: 1835
- Setentas: 1835
- Primer Quórum de los Setenta: 1835
En nuestra época el Señor sigue dando revelaciones acerca de la organización y las responsabilidades del sacerdocio para dirigir el crecimiento de la Iglesia. Un ejemplo de esto es el llamamiento de los Setentas Autoridad de Área y de la organización adjunta de los quórumes Tercero, Cuarto y Quinto de los Setenta en 1997.
2. El juramento y el convenio del sacerdocio.
Además de las revelaciones acerca de los oficios y del gobierno del sacerdocio, el Señor reveló principios sobre la forma de recibir y ejercer el sacerdocio. Por ejemplo, reveló el juramento y el convenio del sacerdocio, el cual se encuentra en D. y C. 84:33–44. Esos versículos resumen (1) los convenios que el hombre hace con el Señor cuando recibe el Sacerdocio de Melquisedec y (2) los convenios que el Señor hace con los poseedores fieles del Sacerdocio de Melquisedec.
El élder Carlos E. Asay, de los Setenta, dijo: “De todos los convenios que incumben al Evangelio de Jesucristo, pocos, si los hay, tienen más importancia que el juramento y el convenio del sacerdocio. Es eminentemente sagrado por tratarse de un poder celestial dado al hombre y del esfuerzo de éste por lograr metas eternas”.
“Las bendiciones del sacerdocio no están limitadas solamente al hombre. Esas bendiciones se derraman también sobre todas las mujeres fieles de la Iglesia… El Señor ofrece a Sus hijas todos los dones y todas las bendiciones espirituales que Sus hijos pueden obtener, ya que en el Señor, ni el varón es sin la mujer, ni la mujer sin el varón”.
Los poseedores del sacerdocio hacen convenio de:
- a. Ser fieles para obtener el Sacerdocio Aarónico y el Sacerdocio de Melquisedec.
- b. Magnificar sus llamamientos.
- c. Recibir a los siervos del Señor.
- d. Estar diligentemente atentos a las palabras de vida eterna.
• ¿Qué quiere decir magnificar un llamamiento? (Véase D. y C. 107:99; Jacob 1:17–19.)
El presidente Gordon B. Hinckley dijo: “Magnificamos nuestro sacerdocio y honramos nuestro llamamiento cuando servimos con diligencia y entusiasmo en los cargos que nos delegan las autoridades correspondientes… Cuando nos acercamos para ayudar a los que nos necesitan y fortalecer a los que flaquean, magnificamos nuestro llamamiento… Magnificamos nuestro llamamiento cuando somos hombres honrados e íntegros”
Al magnificar nuestros llamamientos, es importante que tratemos de lograr el equilibrio correcto con el fin de no descuidar a nuestra familia. El élder Neal A. Maxwell, del Quórum de los Doce, dijo:
“A veces, aun sin intención, algunas actividades no programadas de la Iglesia, cuando no son debidamente organizadas, pueden perjudicar a la familia. Aprendemos que, después de resucitar, Jesús enseñó esto a los nefitas: ‘id a vuestras casas, y meditad las cosas que os he dicho’, y les dijo que oraran y se prepararan ‘para mañana’ (3 Nefi 17:3). ¡Jesús no les dijo que fueran a sus clubes sociales, cívicos, ni siquiera a sus centros de estaca!”.
• ¿Qué significa recibir a los siervos del Señor? (D. y C. 84:36). Al aceptar el mensaje y las ordenanzas del Evangelio de los siervos del Señor, estamos a la vez aceptando al Señor.
El Señor hace convenio de:
- a. Santificarnos por el Espíritu.
- b. Renovar nuestro cuerpo.
- c. Darnos las bendiciones prometidas a Abraham y a su descendencia.
- d. Hacernos Sus elegidos, o escogidos.
- e. Darnos todo lo que el Padre tiene.
- f. Encomendarnos a Sus ángeles.
• El Señor prometió que si somos fieles, llegaremos a ser “la descendencia de Abraham… y los elegidos de Dios” (D. y C. 84:33–34). Las bendiciones y las responsabilidades de la descendencia de Abraham se encuentran en: (Abraham 2:9–11.) En Abraham 2:11 se indica que por medio del sacerdocio “serán bendecidas todas las familias de la tierra”.
• La promesa culminante del juramento y del convenio del sacerdocio es que podemos recibir “todo lo que [el] Padre tiene” (D. y C. 84:38).
3. Los principios para el ejercicio del sacerdocio.
D. y C. 121:34–46. En estos versículos el Señor revela principios para el ejercicio del sacerdocio y también promesas para quienes lo utilicen dignamente. Esos principios, además de aplicarse a los poseedores del sacerdocio, se aplican a todas las relaciones humanas. Por consiguiente, ellos son también importantes para quienes no posean el sacerdocio.
• En D. y C. 121:34–40, el Señor revela por qué algunos poseedores del sacerdocio no pueden ejercerlo con poder al poner el corazón en las cosas del mundo, el aspirar a los honores de los hombres, el tratar de encubrir pecados, el satisfacer el orgullo o la vana ambición y el ejercer mando o dominio injusto son algunos ejemplos.
• Algunos de los ejemplos de preocuparse demasiado por “las cosas de este mundo” se encuentran en: (D. y C. 121:35).
• Algunas de las formas en que la gente puede “ejercer injusto dominio” (D. y C. 121:39; véase también el vers. 37).
El sacerdocio puede utilizarse sólo con rectitud y con un espíritu de amor, como medio para prestar servicio a los demás y bendecirlos. El élder M. Russell Ballard, del Quórum de los Doce, dijo:
“Los que posean el sacerdocio no deben olvidar nunca que no tienen el derecho de ejercer la autoridad del sacerdocio como un garrote sobre las cabezas de los demás, ya sea dentro del seno familiar o en los llamamientos de la Iglesia… Cualquier hombre que… trate de ejercer el sacerdocio de una forma inicua dentro de la Iglesia o en su casa, sencillamente no comprende esa autoridad. El sacerdocio es para prestar servicio, no para exigir servidumbre, es compasión, no coacción; es cuidado, no control”.
• En D. y C. 121:41–42, el Señor revela principios que servirán a los poseedores del sacerdocio para ejercerlo con poder.
• Los principios para impartir corrección o disciplina se revelan en D. y C. 121:43–44? (En el contexto de este pasaje, con severidad quiere decir con “claridad” o “en forma precisa” y no con “rigor” o “intransigencia”.)
• ¿Qué quiere decir “deja que la virtud engalane tus pensamientos incesantemente”? (D. y C. 121:45). Lo que podemos hacer para mantener alejados de nuestra mente los malos pensamientos y aquellos que no son virtuosos se registran en: ( D. y C. 27:15–18.)
• El Señor nos promete si estamos “[llenos] de caridad” y [dejamos] que la virtud engalane [nuestros] pensamientos incesantemente (D. y C. 121:45–46).
Mientras prestaba servicio en el Quórum de los Doce, el élder Gordon B. Hinckley, dijo. “En varias ocasiones he tenido el privilegio de dialogar con presidentes de los Estados Unidos y con algunos otros funcionarios de gobierno. Al término de cada una de esas oportunidades, he reflexionado acerca de la reconfortante experiencia de estar con confianza en presencia de un reconocido dirigente gubernamental. Y después he pensado, qué grandioso, qué maravilloso sería estar con confianza —sin temor ni vergüenza— en presencia de Dios. Ésa es una promesa que se le ha dado a todo varón y a toda mujer virtuosos”
Una parte importante de la restauración de la autoridad del sacerdocio fue la organización de los quórumes presidentes de la Iglesia. Ya en marzo de 1832 se habían llamado consejeros para ayudar al profeta José (D. y C. 81:1) y la Primera Presidencia se organizó formalmente un año más tarde (véase el encabezamiento de D. y C. 90). En febrero de 1835, se llamó a doce hombres y se les ordenó Apóstoles, y se formó el Quórum de los Doce. Poco después, el Profeta organizó el Primer Quórum de los Setenta.