Actividad para despertar el interés
Si lo desea, utilice la siguiente actividad (o una de su preferencia) para comenzar la lección. Escoja la actividad que sea más apropiada para su clase.
Varios años antes de que fuera ordenado apóstol, el élder Orson F. Whitney recibió una visión del Salvador en el Jardín de Getsemaní. Lea la cita que se encuentra a continuación, que es la descripción que dio el élder Whitney de su visión:
“Me parecía estar en el Jardín de Getsemaní presenciando la agonía del Salvador, y lo veía claramente. Hallándome de pie, detrás de un árbol, vi a Jesús que pasaba con Pedro, Santiago y Juan por una portezuela que había a mi derecha; después de dejar allí a los tres apóstoles y de decirles que se arrodillasen y orasen, el Hijo de Dios atravesó el jardín yendo a un lugar donde Él también se arrodilló a orar. Era la misma oración que conocen todos los estudiosos de la Biblia: ‘Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú’.
“Cuando oraba, las lágrimas le corrían por el rostro, que yo veía de frente. Entonces me sentí tan profundamente conmovido que también lloré y mi corazón entero fue hacia Él; sentí que lo amaba con toda mi alma y deseé con ansias estar con Él como jamás había anhelado estar con persona alguna.
“De pronto, poniéndose de pie se dirigió hacia donde habían quedado los apóstoles… ¡y los encontró profundamente dormidos! Despertándolos suavemente les preguntó con un tono de dulce reproche, sin la más leve traza de enojo ni impaciencia, sino con pena, si no podían velar con Él una hora. Allí estaba Él, cargando en sus hombros el peso indescriptiblemente abrumador de los pecados del mundo, atravesándole el alma sensible las congojas de todo el género humano… ¡y ellos no podían velar con Él tan sólo una hora!
“Volviendo a su lugar pronunció la misma oración, después de lo cual regresó junto a sus discípulos y los encontró dormidos; como antes, los despertó, los amonestó nuevamente y una vez más regresó a orar. Esto sucedió tres veces” (Citado en Liahona, abril de 1976, págs. 7–8).
Piensen en su amor por el Salvador y cómo se sentirían si lo vieran orando en el Jardín de Getsemaní la noche antes de Su crucifixión.
Análisis y aplicación de las Escrituras
En esta lección y en la lección 26 se trata el tema de la Expiación, o sea, el acto voluntario de Jesucristo de tomar sobre sí la muerte, los pecados y las enfermedades de todo el género humano.
Esta lección se concentra en la experiencia que tuvo el Salvador en el Jardín de Getsemaní, mientras que en la lección 26 se analiza la Crucifixión en sí.
Es importante recordar que la Expiación incluyó el sufrimiento del Salvador tanto en el jardín como en la cruz.
El presidente Ezra Taft Benson enseñó: “Tanto en Getsemaní como en el Calvario, Él labró la infinita y eterna expiación. Fue el acto singular más grande de amor que se haya registrado en la historia. Así fue como llegó a ser nuestro Redentor, al redimirnos a todos de la muerte física, y al redimir de la muerte espiritual a los que obedezcamos las leyes y ordenanzas del Evangelio” (The Teachings of Ezra Taft Benson, 1988, pág. 14).
1. El Salvador toma sobre sí nuestros pecados y nuestras enfermedades.
Analicen Mateo 26:36–46; Marcos 14:32–42 y Lucas 22:39–46.
• ¿Qué pidió Jesús a Sus apóstoles que hicieran en el Jardín de Getsemaní? (Véase Lucas 22:39–40.)
¿Por qué pidió Jesús a los póstoles que oraran? (Véase Lucas 22:40.)
¿De qué manera nos fortalece la oración para vencer la tentación?
• ¿Qué pidió Jesús que hicieran Pedro, Jacobo (Santiago) y Juan en el Jardín de Getsemaní? (Mateo 26:38, 41. la palabra velar significa permanecer despierto.)
¿Cómo se aplica a nosotros el mandamiento de velar, o de permanecer despiertos, en nuestro esfuerzo por vivir el Evangelio? (2 Nefi 4:28; Alma 7:22; 32:26–27.)
• ¿Por qué estaba dispuesto Jesús a someterse al gran sufrimiento que sabía que padecería en el Jardín de Getsemaní? (Mateo 26:39, 42, 44.)
¿Qué podemos aprender de la oración del Salvador en Getsemaní?
¿Qué bendiciones han recibido al someterse a la voluntad de nuestro Padre Celestial?
• Después que Jesús dijo que haría la voluntad de nuestro Padre Celestial, “…se le apareció un ángel del cielo para fortalecerle” (Lucas 22:43).
¿Qué nos enseña esto acerca de nuestro Padre Celestial? (Entre las respuestas se podría mencionar que Él nos fortalecerá si hacemos humildemente Su voluntad.)
• ¿Qué experimentó el Salvador en Getsemaní? ( D. y C. 19:16–19; Lucas 22:44; Mosíah 3:7; Alma 7:11–13.)
El élder James E. Talmage enseñó: “Para la mente finita, la agonía de Cristo en el jardín es insondable, tanto en lo que respecta a intensidad como a causa… Luchó y gimió bajo el peso de una carga que ningún otro ser que ha vivido sobre la tierra puede siquiera concebir de ser posible. No fue el dolor físico, ni la angustia mental solamente, lo que lo hizo padecer tan intenso tormento que produjo una emanación de sangre de cada poro, sino una agonía espiritual del alma que sólo Dios era capaz de conocer… En esa hora de angustia Cristo resistió y venció todos los horrores que Satanás, ‘el príncipe de este mundo’ pudo inflingirle… En alguna forma efectiva y terriblemente real, aun cuando incomprensible para el hombre, el Salvador tomó sobre sí la carga de los pecados de todo el género humano, desde Adán hasta el fin del mundo” (Jesús el Cristo, 1964, págs. 643–644).
El élder Neal A. Maxwell dijo: “Como parte de su expiación infinita, Jesús conoce ‘según la carne’ todas las pruebas que pasamos (Alma 7:11–12). Él sobrellevó los pecados, los pesares, las aflicciones y, dijo Jacob, sufrió los dolores de todos los hombres, mujeres y niños (2 Nefi 9:21)” (Liahona, julio de 1987, pág. 71).
2. Necesitamos la expiación de Jesucristo.
• ¿Por qué necesitamos la expiación de Jesucristo? (Véase Alma 34:9.)
• ¿Qué bendiciones tenemos disponibles como resultado del sacrificio expiatorio del Salvador? ¿Cómo podemos recibir dichas bendiciones?
El élder Marion G. Romney explicó que por medio de la Expiación, todas las personas se salvan de la muerte física, y las personas arrepentidas y obedientes también se salvan del pecado:
“Fue necesaria la expiación de Jesucristo para volver a unir el cuerpo y el espíritu de los hombres en la Resurrección. Por ese motivo, todo el mundo, tanto creyentes como incrédulos, tienen una deuda con el Redentor por su resurrección segura, porque ésta será tan comprensiva como lo fue la Caída, la cual trajo la muerte a todo hombre.
“Hay otra fase de la Expiación que me hace amar al Salvador aún más, y me llena el alma de gratitud inexpresable, y es que además de expiar la transgresión de Adán, llevando a cabo de esa manera la resurrección, el Salvador, mediante Su sufrimiento, pagó la deuda de mis pecados personales. Él pagó la deuda por los pecados personales de usted y de toda alma viviente que jamás haya morado o que morará en la mortalidad en la tierra. Pero esto fue condicional. No recibiremos incondicionalmente los beneficios del sufrimiento por nuestras transgresiones individuales, en el mismo sentido en que recibiremos la resurrección a pesar de lo que hagamos. Si participamos de las bendiciones de la Expiación en lo que concierne a nuestras transgresiones personales, debemos obedecer la ley.
“…Cuando cometemos pecado, nos alejamos de Dios y ya no somos dignos de entrar en Su presencia. Ninguna cosa impura puede entrar en Su presencia. Por nuestra propia cuenta, no importa cuánto esfuerzo pongamos, no podemos deshacernos de la mancha que llevamos a cuestas como resultado de nuestras propias transgresiones. Esa mancha debe lavarse con la sangre del Redentor, y Él ha establecido los medios por los cuales eso se puede llevar a cabo, y es el Evangelio de Jesucristo. El Evangelio requiere que creamos en el Redentor, que aceptemos Su Expiación, que nos arrepintamos de nuestros pecados, que nos bauticemos por inmersión para la remisión de nuestros pecados, que recibamos el don del Espíritu Santo por la imposición de manos, y que continuemos observando fielmente, o tratando de hacerlo, los principios del Evangelio todos los días de nuestra vida” (Conference Report, octubre de 1953, págs. 35–36).
Pida a los alumnos previamente asignados que den las presentaciones que hayan preparado (véase la sección “Preparación”).