Después que los santos fueron expulsados del condado de Jackson a fines de 1833, encontraron refugio en el cercano condado de Clay, hasta que les pidieron que se fueran en 1836. De allí, se mudaron a unos 75 kilómetros al norte y establecieron la localidad de Far West y otros poblados más pequeños a los alrededores.
La Iglesia prosperó por algún tiempo en el norte de Misuri. La población creció rápidamente y se dedicaron sitios para templos en Far West y en Adán-ondi- Ahmán. Sin embargo, seguían los conflictos entre algunos de los santos y varios líderes fueron excomulgados, entre ellos Oliver Cowdery y David Whitmer.
Además de la disensión que había entre algunos miembros de la Iglesia, existían todavía conflictos con otros residentes del norte de Misuri. En 1838, los populachos y militares comenzaron de nuevo los ataques. El 25 de octubre, tres miembros de la Iglesia fueron muertos durante una batalla en el río Crooked, entre ellos un Apóstol, el élder David W. Patten. Dos días después, el gobernador Lilburn W. Boggs de Misuri dictó una orden en la que decía: “Debemos tratar a los mormones como enemigos y es preciso exterminarlos o expulsarlos del estado” .
El 30 de octubre, una turba integrada por aproximadamente 200 hombres mató a 17 hombres y muchachos en Haun’s Mill. Al día siguiente, José Smith y unos 50 líderes más de la Iglesia fueron arrestados bajo acusaciones falsas. La mayoría de ellos quedaron libres en el transcurso de tres semanas. Sin embargo, seis de ellos, entre los que se encontraba José Smith y su hermano Hyrum, quedaron detenidos a pesar de su inocencia. En noviembre los trasladaron primero a Independence, después a Richmond y luego a Liberty, donde permanecieron presos en la cárcel de Liberty hasta abril de 1839.
Las condiciones de la cárcel de Liberty eran terribles. A los prisioneros los tenían encarcelados en el sótano, que era como una mazmorra, oscura, fría e insalubre. La comida era insuficiente y repulsiva. El Profeta y sus compañeros sólo tenían un poco de paja y el piso de piedra por cama, y unas escasas frazadas para taparse. El techo era tan bajo que algunos de los hermanos, entre ellos José y Hyrum, no podían erguirse. Además, estaban permanentemente bajo amenaza de muerte.
Mientras el Profeta estaba preso, unos ocho mil santos de Misuri fueron forzados a dejar sus hogares como resultado de la orden de exterminio del gobernador. A muchos de ellos las turbas los robaron, los golpearon y los mataron mientras huían al estado de Illinois. Al llegar a oídos del Profeta el sufrimiento de los santos, oró pidiendo ayuda al Señor. En respuesta, el Señor le dio algunas revelaciones extraordinarias, las cuales el Profeta adjuntó a una carta que escribió a los líderes de la Iglesia en Quincy, estado de Illinois, quienes estaban dirigiendo el éxodo de los santos de Misuri. Partes de esas revelaciones pasaron a formar las secciones 121, 122 y 123 de Doctrina y Convenios.
1. La oración de José Smith en la cárcel de Liberty y la respuesta del Señor.
• En D. y C. 121:1–6 Indican acerca de los sentimientos y los pensamientos que embargaban a José Smith en ese momento.
• La respuesta del Señor a la oración de José Smith se registra en D. y C. 121:7–33 y D. y C. 122. y D. y C. 121:7–10
Estas revelaciones “hicieron que por algún tiempo la cárcel de Liberty se convirtiera en un centro de instrucción. Mientras el Profeta estuviera allí, los santos verían ese lugar como un templo más que como una cárcel, un lugar del cual provenía aliento y consuelo: la palabra del Señor. Era un lugar de meditación y de oración…
2. La comprensión perfecta del Salvador acerca de nuestros sufrimientos y tribulaciones.
• Piensen en sus propias tribulaciones mientras lee D. y C. 122:5–8. ¿De qué manera el Salvador “ha descendido debajo de todo ello”? (Véase Alma 7:11–12; D. y C. 19:16–19.)
En virtud de que el Salvador descendió debajo de todas las cosas, Él tiene una comprensión perfecta de todas nuestras tribulaciones. El élder Neal A. Maxwell, del Quórum de los Doce, al hablar sobre el supremo sacrificio del Salvador, dijo:
“Como parte de Su expiación infinita, Jesús… sobrellevó los pecados, los pesares, las aflicciones y, dijo Jacob, sufrió los dolores de todos los hombres, mujeres y niños (2 Nefi 9:21). Habiéndose perfeccionado en Su amor por nosotros, Jesús sabe cómo socorrernos… Nada trasciende el alcance de Su redención ni el círculo de Su amor. Por consiguiente, no nos quejemos de que nuestra vida no sea como un jardín de rosas ¡al recordar quién llevó la corona de espinas!”
• ¿Es posible experimentar alguna prueba en la cual el Salvador no nos pueda consolar? (Véase Hebreos 4:15.)
• Para sentir más plenamente todo el consuelo y la fortaleza que Jesús ofrece por medio de Su expiación (Véase Hebreos 4:16; 1 Pedro 5:6–11.)
3. Los propósitos de la adversidad.
La adversidad es parte del plan que Dios tiene para que seamos probados y progresemos durante nuestra vida terrenal. Vinimos a la tierra sabiendo que experimentaríamos dolor, tribulaciones y otras clases de dificultades.
El profeta José Smith experimentó tantas aflicciones que dijo: “[ellas] han sido mi suerte común en todos los días de mi vida… y, como Pablo, siento deseos de gloriarme en la tribulación” (D. y C. 127:2). Además del consuelo y los consejos que el Señor le dio al Profeta en la cárcel de Liberty, hubo muchas otras ocasiones en las que le enseñó acerca de la adversidad y esas enseñanzas registradas en Doctrina y Convenios constituyen el enfoque del resto de la lección.
• El Señor reveló en Doctrina y Convenios acerca de los propósitos de la adversidad.
- a. D. y C. 98:12, 14–15; 101:4; 136:31. (El Señor permite que pasemos tribulaciones en la vida con el objeto de ponernos a prueba y saber si permaneceremos en Su convenio.) ¿Por qué desea el Señor que los de Su pueblo “sean probados en todas las cosas”?
- b. D. y C. 101:1–2. (Algunas aflicciones que padecemos son el resultado de nuestras transgresiones.)
- c. D. y C. 122:7. (El Señor permite que padezcamos tribulaciones para que éstas nos sirvan de experiencia y nos ayuden a progresar.)
• ¿Por qué el comprender los propósitos que tiene la adversidad nos ayuda a sobrellevarla bien? (Véase D. y C. 121:8.)
• Muchas personas creen equivocadamente que todas las aflicciones y castigos provienen de Dios. Es peligroso tener esa creencia aun y los justos no están libres de la adversidad.
Aun cuando la transgresión es uno de los orígenes de las tribulaciones, no es la única causa. Aun los justos sufren adversidades ya que “es preciso que haya una oposición en todas las cosas” (2 Nefi 2:11). Algunas desgracias son la consecuencia natural de lo delicado y corruptible que es nuestro cuerpo terrenal. Algunas son el resultado de accidentes; de nuestras decisiones, que no necesariamente tienen que ser transgresiones; y de las decisiones de otras personas: situaciones de las cuales Dios puede protegernos pero que en ocasiones no lo hace porque “la ley básica del Evangelio es el libre albedrío y el desarrollo eterno”. La adversidad surge también para “que se cumplan los propósitos del Señor de que seamos refinados por las pruebas”.
Mientras prestaba servicio en el Quórum de los Doce, el élder Harold B. Lee dijo que “el vivir el Evangelio de Jesucristo no es ninguna garantía de que nunca habrá adversidad en la vida; no obstante, el vivirlo sí nos brinda la fortaleza, la fe y el poder para elevarnos por encima de ella y mirar más allá de la tragedia que nos aflija en ese momento hacia un nuevo y brillante día”.
4. El consejo del Señor a quienes experimentan tribulaciones.
• Según lo registrado en Doctrina y Convenios, El Señor nos aconsejó para ayudarnos en momentos de adversidad.
- a. D. y C. 24:8; 31:9; 54:10; 121:7. (Ser pacientes en las aflicciones; ellas “no serán más que por un breve momento”; véase también Alma 17:11.)
- b. D. y C. 98:1. (Regocijarnos y dar gracias.)
- c. D. y C. 98:11. (Debemos permanecer obedientes y allegarnos “a todo lo bueno”.)
- d. D. y C. 101:36–38. (Debemos cuidar del alma y no del cuerpo, y buscar al Señor.)
- e. D. y C. 122:9. (No debemos temer a lo que pueda hacer el hombre, porque Dios estará con nosotros para siempre jamás; véase también D. y C. 98:13.)
• Algunas personas quedan amargadas por las tribulaciones pero podemos enfrentar mejor nuestras adversidades? (Véase Alma 62:49–51.)
• Obtenemos provecho al prestar servicio a los demás aun cuando nos hallemos en medio de nuestras propias aflicciones (Véase Lucas 9:24; Gálatas 6:2.)
•Si empezamos a sentirnos desesperados y sin esperanza a causa de la adversidad escuchemos el consejo del Señor: (Alma 36:3) Y ahora bien, ¡oh mi hijo Helamán!, he aquí, estás en tu juventud, y te suplico, por tanto, que escuches mis palabras y aprendas de mí; porque sé que quienes pongan su confianza en Dios serán sostenidos en sus tribulaciones, y sus dificultades y aflicciones, y serán enaltecidos en el postrer día.
5. Las promesas del Señor a quienes sean fieles durante la adversidad.
• Las promesas que nos ha hecho el Señor si permanecemos fieles durante nuestras tribulaciones.
- a. D. y C. 3:8; 24:8; 112:13; 122:4. (El Señor estará con nosotros, nos amparará y nos sanará en nuestras aflicciones; véase también Jacob 3:1; Mosíah 24:13–14; Alma 36:27.)
- b.
- c. D. y C. 98:3; 122:7. (Todas las cosas obrarán juntamente para nuestro bien y para la gloria del Señor; véase también D. y C. 90:24; 100:15; 2 Nefi 2:2;Romanos 8:28.)
El élder James E. Faust, mientras prestaba servicio en el Quórum de los Doce, dijo: “En el dolor, la agonía y en el heroico esfuerzo de vivir, pasamos por el fuego purificador, y aquellas insignificancias de nuestra vida se derretirán como escoria y harán que nuestra fe brille intacta y fuerte… Es por la purificación resultante de nuestros sufrimientos que nos acercamos a Dios, y en las agonías de la vida, parecer ser que escuchamos mejor el dulce y piadoso susurro del Divino Pastor” .
El élder Marion G. Romney, del Quórum de los Doce, dijo:
“He visto el remordimiento y la desesperación en la gente que, en momentos de tribulación, han maldecido a Dios y muerto espiritualmente.
Como así también he visto cómo otras personas se han elevado de lo que parecían ser pruebas imposibles de sobrellevar.
“Finalmente, he buscado al Señor durante mis propias aflicciones y aprendido por mí mismo que mi alma se engrandecía como nunca antes al caer de rodillas por causa de la adversidad y la aflicción”.
d. D. y C. 121:8; 127:2. (Quienes sean fieles en sus aflicciones serán exaltados.)
• ¿Qué podemos hacer durante los tiempos de tribulación para sentir más plenamente la paz de la que el Señor habla en D. y C. 121:7? (Véase también D. y C. 19:23.)
Con anterioridad a su encarcelamiento en Liberty, durante casi dos semanas, José Smith y sus compañeros fueron encadenados juntos bajo vigilancia, en una vieja casa deshabitada en Richmond, Misuri.
Conclusión
En abril de 1839, después de haber pasado el Profeta y sus compañeros casi cinco meses en la cárcel de Liberty, fueron enviados al condado de Daviess y luego al condado de Boone para ser juzgados por un tribunal. Mientras los trasladaban al condado de Boone, los guardias los dejaron escapar en virtud de que algunos oficiales de gobierno habían llegado a la conclusión de que no serían procesados satisfactoriamente. José Smith y otros prisioneros se dirigieron entonces a Illinois, donde se reunieron con sus familias y el resto de los santos.
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