Jesús dijo: “…Yo estoy entre vosotros como el que sirve” (Lucas 22:27). Como verdaderos discípulos de Jesús, nosotros también debemos servir a los demás.
El servicio es prestar asistencia a quienes necesitan ayuda. El servicio cristiano nace del amor genuino que se siente por el Salvador, y del amor y la preocupación por quienes Él no sólo nos da la oportunidad de ayudar, sino de guiar en la vida. El amor es más que un sentimiento; cuando amamos a los demás, deseamos ayudarlos.
Todos debemos estar dispuestos a prestar servicio, sin tomar en cuenta nuestra posición económica, social ni nuestra edad. Algunos piensan que sólo la gente pobre y desvalida debe servir; otros piensan que únicamente los ricos deben prestar servicio; sin embargo, Jesús enseñó otra cosa. Cuando la madre de dos de Sus discípulos le pidió que honrara a sus hijos en Su reino, Jesús le respondió: “Mas entre vosotros no será así, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor; y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo” (Mateo 20:26–27).
Hay muchas formas de servir. Podemos ayudar a los demás económica, social, física y espiritualmente. Por ejemplo, podemos dar alimentos u otros artículos a quienes los necesiten; y ayudar a los necesitados al contribuir una ofrenda de ayuno generosa; podemos brindarle amistad a un recién llegado, cultivar un pequeño huerto para una persona anciana o cuidar de un enfermo. Podemos enseñar el Evangelio a quienes necesitan conocer la verdad o consolar a quienes sufren.
Podemos realizar grandes y pequeños actos de servicio. Nunca debemos dejar de prestar ayuda a alguien por considerar que es muy poco lo que podemos hacer. Una viuda contó cómo dos niños llamaron a su puerta poco después que ella se mudó a otra ciudad y le llevaron una canasta con alimentos y una nota que decía: “Si necesita a alguien que le haga los mandados, llámenos”. La viuda se sintió sumamente agradecida por el pequeño gesto de bondad y jamás lo olvidó.
Sin embargo, muchas veces debemos sacrificarnos mucho para prestar servicio a alguien. El Salvador dio Su vida para servirnos.
- Piense en personas de su familia o de su comunidad que tengan necesidades económicas, sociales, físicas o espirituales y reflexione en cuanto a maneras de prestarles servicio.
Por qué el Salvador desea que sirvamos a los demás
Es por medio del servicio de hombres y mujeres, y de niños y niñas, que la obra del Señor se lleva a cabo. El presidente Spencer W. Kimball explicó: “Dios nos tiene en cuenta y vela por nosotros; pero por lo general, es por medio de otra persona que atiende a nuestras necesidades”
A lo largo de la vida, todos dependemos de la ayuda de otras personas. Cuando éramos pequeños, nuestros padres nos alimentaban, vestían y cuidaban; sin esos cuidados habríamos muerto. Una vez que crecimos, otras personas nos enseñaron habilidades y conductas. Muchos de nosotros hemos necesitado cuidados durante una enfermedad o hemos necesitado dinero durante una crisis económica. Algunos de nosotros le pedimos a Dios que bendiga a la gente que sufre y luego no hacemos nada por ellos. Debemos recordar que Dios hace Su obra por medio de nosotros.
Cuando nos ayudamos el uno al otro, servimos a Dios. El rey Benjamín, un gran rey de la época del Libro de Mormón, enseñó a su pueblo este principio por medio de la manera como vivía. Sirvió a su pueblo toda la vida y ganó su propio sostén en lugar de que la gente lo mantuviera. En un inspirado sermón, el rey Benjamín explicó por qué amaba el servicio al prójimo, con las siguientes palabras:
“…cuando os halláis al servicio de vuestros semejantes, sólo estáis al servicio de vuestro Dios…
“y si yo, a quien llamáis vuestro rey, trabajo para serviros, ¿no debéis trabajar vosotros para serviros unos a otros?” (Mosíah 2:17–18).
Por medio del servicio recibimos bendiciones
Cuando servimos a otras personas, recibimos bendiciones importantes. Por medio del servicio aumentamos nuestra capacidad de amar y nos volvemos menos egoístas y, cuando pensamos en los problemas de los demás, nuestros propios problemas parecen ser menos serios. Debemos servir a nuestros semejantes para lograr la vida eterna. Dios ha dicho que aquellos que vivan con Él deben amar y prestar servicio a Sus hijos (véase Mateo 25:34–40).
Cuando consideramos la vida de las personas que prestan servicio desinteresadamente, podemos ver que obtienen más de lo que dan. Un ejemplo de esa clase de persona lo podemos apreciar en un Santo de los Últimos Días llamado Paul, quien quedó paralítico de ambas piernas en un accidente. En su condición, algunas personas se hubieran vuelto amargadas e inútiles; en cambio, Paul prefirió pensar en los demás, aprendió un oficio y con él ganó suficiente dinero para comprar una casa, a la que él y su esposa convirtieron en un hogar para huérfanos y niños abandonados, algunos de ellos con serias discapacidades físicas. Hasta el día de su muerte, 20 años después, prestó servicio a esos niños y a otras personas. Como recompensa, fue un hombre muy querido, sus pensamientos no se concentraron en sus piernas inmóviles y se acercó más al Señor.
El presidente Spencer W. Kimball dijo: “Al prestar servicio a los demás, nos convertimos en mejores personas, en personas de más valía. Ciertamente, es mucho más fácil ‘hallarnos’, ¡porque hay mucho más de nosotros para hallar!”
Las oportunidades de prestar servicio
Algunos de nosotros sólo prestamos servicio a quienes se encuentran a nuestro alrededor y evitamos hacerlo con otras personas; sin embargo, Jesús nos mandó que amáramos y sirviéramos a todos. Hay infinidad de oportunidades de prestar servicio (véase Mosíah 4:15–19).
Podemos servir a los miembros de nuestra familia. Los cónyuges deben ser conscientes de las necesidades del uno y del otro. Los padres deben prestar servicio a sus hijos no sólo al alimentarlos y vestirlos, sino también enseñándoles, jugando y trabajando con ellos. Los hijos pueden servir en las tareas del hogar y brindar ayuda a sus hermanos.
Los cónyuges deben prestarse servicio y ayudarse el uno al otro. Pueden ayudarse en el cuidado de los niños y apoyarse el uno al otro en los intereses y actividades que tengan. Los padres pueden hacer grandes sacrificios para enviar a un hijo a la misión; el hermano mayor puede consolar a su hermanita si ésta tiene miedo de la obscuridad o ayudarla a aprender a leer. Nuestros profetas nos han enseñado que una familia es la unidad más importante de la sociedad. Debemos servir a nuestra familia de corazón (véase Mosíah 4:14–15).
Tenemos muchas oportunidades de prestar servicio a nuestros vecinos, a nuestros amigos y aun a los desconocidos. Si un vecino tiene dificultades para cosechar antes de una tormenta, podemos ayudarlo; si una madre está enferma, podemos cuidar a sus hijos o ayudarle con las tareas de la casa. Si vemos que un joven se está alejando de la Iglesia, podemos ayudarle a regresar; si alguien ridiculiza a un niño, podemos brindarle nuestra amistad y persuadir a los demás a que sean bondadosos con él. No tenemos que conocer a la gente a la cual prestamos servicio y debemos buscar la forma de servir a tantos hijos de nuestro Padre Celestial como podamos.
Si tenemos talentos especiales, debemos utilizarlos para prestar servicio a los demás. Dios nos bendice con talentos y habilidades para que ayudemos a mejorar la vida de otras personas.
Tenemos oportunidades de prestar servicio en la Iglesia. Uno de los objetivos de la Iglesia es el de brindarnos la oportunidad de ayudarnos mutuamente. Los miembros de la Iglesia sirven a sus semejantes en la obra misional, al aceptar asignaciones de liderazgo, al visitar a otros miembros de la Iglesia, al impartir clases y al realizar otras obras relacionadas con ella. En La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días no hay un clero profesional, por lo que los miembros son los que deben llevar a cabo todas las actividades de la Iglesia.
Jesucristo es el ejemplo perfecto de servicio
Jesucristo nos ama más de lo que podemos comprender. Cuando anduvo en la tierra, Él sirvió al pobre, al ignorante, al pecador, al despreciado; enseñó el Evangelio a todos los que quisieron oírlo, alimentó a la gente hambrienta que iba a escucharlo, sanó a los enfermos y levantó a los muertos.
Él es el Creador de la tierra y nuestro Salvador, y aún así efectuó muchos actos de servicio humilde. Poco antes de Su crucifixión se reunió con Sus discípulos y, después de enseñarles, tomó una vasija con agua, una toalla y les lavó los pies (véase Juan 13:4–10; véase también la ilustración de este capítulo). En esa época, lavar los pies de un visitante era señal de respeto y honor y por lo general lo hacían los sirvientes. Jesús lo hizo como ejemplo de amor y servicio. Cuando estamos dispuestos a servir a los demás con espíritu de amor, nos volvemos más semejantes a Cristo.
El Salvador proporcionó el ejemplo perfecto de servicio. Él explicó que no había venido para que le sirvieran sino para servir y dar Su vida por nosotros (véase Mateo 20:28).
Pasajes adicionales de las Escrituras
- Mosíah 2 (el discurso del rey Benjamín acerca del servicio).
- D. y C. 81:5 (socorrer, ayudar y fortalecer).
- Colosenses 3:23–24 (debemos prestar servicio a los demás como si sirviéramos al Señor).
- Alma 17–18 (Ammón sirvió al rey).
- Gálatas 5:13 (servirnos los unos a los otros por amor).
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