1. El matrimonio eterno constituye una parte esencial del plan de nuestro Padre Celestial.
En D. y C. 131:1–4; 132:4–33 contienen pasajes con las revelaciones que el Señor dio al profeta José Smith acerca del matrimonio eterno.
El élder Parley P. Pratt, uno de los primeros miembros del Quórum de los Doce de esta dispensación, puso por escrito los sentimientos que experimentó cuando oyó por primera vez al profeta José enseñar esas doctrinas:
“Yo había amado antes, pero no sabía por qué. Pero desde entonces he amado con la pureza, con la intensidad de un sentimiento noble, sublime, que ha elevado mi alma… He sentido que Dios es en verdad mi Padre Celestial, que Jesús es mi hermano y que mi amada esposa es una compañera inmortal, eterna… en resumen, desde entonces, he podido amar con el espíritu y con el entendimiento también”.
• La Primera Presidencia y el Quórum de los Doce Apóstoles han declarado que “el matrimonio entre el hombre y la mujer es esencial para el plan eterno de Dios” (“La familia: una proclamación para el mundo”, Liahona, junio de 1996, pág. 10; véase también D. y C. 49:15).
Pero ¿Por qué el matrimonio es una parte esencial del plan eterno de Dios? (Véase D. y C. 131:1–4; 1 Corintios 11:11.)
El élder Joseph B. Wirthlin del Quórum de los Doce dijo: “El dulce compañerismo del matrimonio eterno es una de las bendiciones más grandes que Dios ha concedido a Sus hijos. Ciertamente, los muchos años que he compartido con mi hermosa compañera me han proporcionado los gozos más profundos de mi vida. Desde el principio de los tiempos, la compañía conyugal ha sido fundamental en el gran plan de felicidad de nuestro Padre Celestial. Nuestras vidas reciben una influencia benéfica y somos edificados y ennoblecidos al saborear las dulces bendiciones al relacionarnos con seres queridos en el núcleo familiar”.
El presidente Boyd K. Packer, del Quórum de los Doce, enseñó: “El propósito fundamental de todo lo que enseñamos es unir a padres e hijos con fe en el Señor Jesucristo, que sean felices en su casa, que estén sellados en un matrimonio eterno y ligados a sus generaciones; y que tengan la seguridad de la exaltación en la presencia de nuestro Padre Celestial”.
El presidente Joseph Fielding Smith dijo: “El matrimonio, según lo entienden los Santos de los Últimos Días, es un convenio ordenado para ser eterno. Es el fundamento de la exaltación eterna, pues sin él no podría haber progreso eterno en el reino de Dios” .
• Si marido y mujer no se casan en el templo por el tiempo y por la eternidad, Su matrimonio no tendrá “ninguna validez” aun cuando hayan jurado estar juntos para siempre ( D. y C. 132:7, 15–18.)
• Cuando un hombre y una mujer se casan en el templo por el tiempo y por la eternidad, hacen un convenio con el Señor. Y recibirán bendiciones si son fieles a su convenio algunas de ellas se enumeran a continuación:
- a. Estarán juntos “por el tiempo y por toda la eternidad” (D. y C. 132:19). Sus hijos también pueden ser parte de su familia eterna. El Santo Espíritu l confirma que las ordenanzas del sacerdocio que hayamos recibido y que los convenios que hayamos hecho son aceptables ante Dios. Esa aprobación depende de nuestra fidelidad.
- b. Serán exaltados en el grado más alto del reino celestial con el Padre Celestial y con Jesucristo (D. y C. 131:1–3; 132:23–24).
- c. Heredarán “tronos, reinos, principados, potestades y dominios” (D. y C. 132:19).
- d. Tendrán continuación de las simientes, o sea, hijos espirituales, por toda la eternidad (D. y C. 132:19, 30–31; véase también D. y C. 131:4).
- e. “…serán dioses, porque tendrán todo poder” (D. y C. 132:20–21).
2. Los jóvenes deben prepararse ahora para el matrimonio eterno.
• A los jóvenes de la Iglesia se les hace hincapié en el matrimonio en el templo ya que casarse en el templo es una de las decisiones más importantes que una persona puede tomar. Los miembros de la Iglesia deben comenzar a prepararse para el matrimonio eterno desde que son jóvenes.
El presidente Spencer W. Kimball dijo: “El matrimonio es quizá la más importante de todas… las decisiones que tomamos y la que tiene consecuencias de más largo alcance, puesto que tiene que ver no tan sólo con la felicidad inmediata, sino también con el regocijo eterno. No sólo afecta a las dos personas interesadas, sino también a sus familiares y en particular a sus hijos y a los hijos de sus hijos a través de las muchas generaciones”.
El presidente Gordon B. Hinckley aconsejó: “Seleccionen a un cónyuge que sea de la misma fe que ustedes; será mucho más factible que sean felices. Elijan a un cónyuge al que siempre puedan honrar, al que siempre puedan respetar, una persona que los complemente en su vida, alguien a quien le puedan entregar todo el corazón, todo su amor, toda su devoción, toda su lealtad”.
El élder Richard G. Scott, del Quórum de los Doce, dijo:
“Los cimientos de un matrimonio eterno consisten en mucho más que una cara hermosa o una figura atractiva; es preciso considerar mucho más que la popularidad o la simpatía. Al buscar un compañero eterno, considera a alguien que esté desarrollando los atributos esenciales que brindan felicidad: amor profundo por el Señor y por Sus mandamientos, determinación de obedecerlos, comprensión bondadosa, deseo de perdonar y disposición a dar de sí, el deseo de tener una familia bendecida con hermosos hijos y la determinación de enseñarles los principios de verdad en el hogar.
“Una prioridad esencial en una futura esposa es el deseo de ser esposa y madre; debe estar en el proceso de desarrollar las cualidades sagradas que Dios ha dado a Sus hijas para que sobresalgan como esposas y madres: la paciencia, la bondad, el amor por los niños y el deseo de atender a sus hijos en lugar de procurar satisfacciones profesionales. Debe estar adquiriendo una buena educación a fin de prepararse para las exigencias de la maternidad.
“Un futuro esposo debe también honrar el sacerdocio que posee y utilizarlo al servicio de los demás. Busca a un hombre que acepte su función de ser quien provea lo necesario para vivir, que tenga la capacidad de hacerlo y que esté haciendo diligentes esfuerzos por prepararse para cumplir esas responsabilidades”.
3. Una vez que marido y mujer han sido sellados en el templo, deben vivir fieles al convenio para recibir las bendiciones prometidas.
“Estaba segura de que los primeros diez años [de matrimonio] serían de dicha absoluta; pero durante el primer año juntos, descubrí… que había que hacer muchas adaptaciones. Naturalmente, no eran cosas de las que se corre a contar a la madre de una; pero de vez en cuando, eché unos lagrimones. Los problemas casi siempre tenían que ver con el aprender a vivir con el horario y el programa de vida de otra persona y hacer las cosas a la manera de otra persona. Nos amábamos el uno al otro, de eso no cabe la menor duda; pero también tuvimos que acostumbrarnos el uno al otro. Creo que los cónyuges de todo matrimonio tienen que acostumbrarse el uno al otro”.
Eso lo dijo la hermana Marjorie P. Hinckley, esposa del presidente Gordon B. Hinckley.
Para tener un matrimonio satisfactorio, se requiere amor, esfuerzo y dedicación. Si un hombre y una mujer son sellados en el templo, recibirán las bendiciones prometidas sólo si “cumplen [el] convenio” (D. y C. 132:19).
• Lea D. y C. 42:22, este mandamiento se aplica por igual a hombres y mujeres.
El presidente Spencer W. Kimball explicó:
“Cuando el Señor dice con todo tu corazón, quiere decir que esa totalidad del amor es literal, que no es parcial por quitársele para compartirlo con ninguna otra persona…
“Las palabras ninguna otra suprimen a toda otra persona y a toda otra cosa. El cónyuge entonces viene a ocupar el lugar preeminente en la vida del marido y de la mujer, y ningún compromiso social, ni laboral ni político, ni ningún otro interés, ni persona ni cosa debe tener jamás precedencia al cónyuge…
“El matrimonio presupone una lealtad y una fidelidad totales. Cada uno de los cónyuges toma en el vínculo matrimonial a su compañero con el entendimiento de que da a su cónyuge todas sus fuerzas y todo su corazón, lealtad, honor y afecto, con toda dignidad. Cualquier discrepancia con eso es pecado; cualquier parte de ese todo que se saque para dirigirlo hacia otro lado es transgresión. Del mismo modo que debemos tener ‘la mira puesta únicamente en la gloria de Dios’, debemos tener la mira, el oído y el corazón puestos únicamente en el matrimonio: en el cónyuge y en la familia” .
El presidente Gordon B. Hinckley dio el siguiente sencillo consejo a los matrimonios: “…tienen que ser absolutamente leales el uno al otro”
• Cuando un hombre y una mujer se casan en el templo, hacen convenio de ser leales el uno al otro y de ser leales al Señor. Para fortalecer su amor el uno por el otro y por el Señor se puede: orar y leer juntos las Escrituras, buscar que el Espíritu los guíe a los dos, realizar las noches de hogar, salir juntos, dedicar tiempo para conversar entre sí, ayudarse el uno al otro en los quehaceres de la casa o ir juntos al templo.
A los santos fieles no se les negarán las bendiciones de la eternidad
El élder Dallin H. Oaks, del Quórum de los Doce, dijo:
“Sabemos que hay muchos excelentes y dignos Santos de los Últimos Días a quienes les faltan las oportunidades ideales y los requisitos esenciales para su progreso. La soltería, la falta de hijos, la muerte y el divorcio frustran los ideales y posponen el cumplimiento de las bendiciones prometidas. Además, algunas mujeres que desean dedicar todo su tiempo a la maternidad y al hogar, se han visto forzadas a entrar en las filas de los que trabajan en empleos regulares; pero esas frustraciones son sólo temporales, pues el Señor ha prometido que en la eternidad no se negará ninguna bendición a aquellos de Sus hijos que obedezcan los mandamientos, sean fieles a sus convenios con Él y deseen lo correcto.
“Muchas de las privaciones más serias de la vida terrenal se compensarán en el Milenio, que es el tiempo en que se cumplirá todo lo que haya quedado incompleto en el gran plan de felicidad para todos los hijos de nuestro Padre que sean dignos; sabemos que eso sucederá con las ordenanzas del templo; y también creo que sucederá con las relaciones y experiencias familiares” (“El gran plan de salvación”, Liahona, enero de 1994, pág. 88).
El élder Richard G. Scott, del Quórum de los Doce, ha aconsejado: “Si eres una persona soltera y aún no cuentas con un firme candidato para un matrimonio celestial, vive para lograrlo. Ora por ello. Espéralo en el debido tiempo del Señor. No transijas en tus normas de ningún modo que pueda impedirte esa bendición, ya sea de éste o del otro lado del velo. El Señor conoce los deseos de tu corazón; Sus profetas han dicho que obtendrás tal bendición si eres constante al vivir de manera tal que lo merezcas. No sabemos si sucederá en este lado o en el otro lado del velo. Pero vive para lograrlo. Ora por ello”.
Asignación para los jóvenes y para los jóvenes adultos solteros
Escriban una carta en la cual expresen amor a su futuro cónyuge. Guarden la carta hasta que se casen para que entonces se la muestren a su cónyuge.
El matrimonio plural.
El propósito del Señor al haber mandado a los de Su pueblo practicar el matrimonio plural.
En diversas ocasiones, el Señor ha mandado a Su pueblo practicar el matrimonio plural. Por ejemplo, Él dio ese mandamiento a Abraham, Isaac, Jacob, Moisés, David y Salomón (D. y C. 132:1). Por medio del profeta Jacob, del Libro de Mormón, el Señor enseña Su propósito con respecto al matrimonio plural: “Porque si yo quiero levantar posteridad para mí, dice el Señor de los Ejércitos, lo mandaré a mi pueblo…” (Jacob 2:30; cursiva agregada; véanse también los vers. 23–29).
La revelación de practicar el matrimonio plural en esta dispensación.
En esta dispensación, el Señor mandó a algunos de los primeros santos practicar el matrimonio plural. Ese mandamiento no fue fácil para el profeta José Smith ni para los que estaban más cerca de él, entre ellos, Brigham Young y Heber C. Kimball, pero lo obedecieron. Los líderes de la Iglesia regulaban la práctica. Los que lo practicaran tenían que recibir autorización para hacerlo y los matrimonios tenían que efectuarse por medio del poder sellador del sacerdocio.
La postura de la Iglesia con respecto al matrimonio plural en la actualidad.
En 1890, el presidente Wilford Woodruff recibió la revelación de que los líderes de la Iglesia debían dejar de enseñar la práctica del matrimonio plural (Declaración Oficial—1, páginas 339–340 de Doctrina y Convenios; véanse también las selecciones de tres discursos del presidente Woodruff sobre esa revelación, las cuales aparecen inmediatamente después de la Declaración Oficial—1).
En 1998, el presidente Gordon B. Hinckley hizo la siguiente declaración con respecto a la postura de la Iglesia sobre el matrimonio plural: “…esta Iglesia no tiene absolutamente nada que ver con la gente que practica la poligamia; ellos no son miembros de esta Iglesia… Si a alguno de nuestros miembros se le sorprende practicando el matrimonio plural, se le excomulga, que es la pena más seria que la Iglesia puede imponer. Los que tal hacen no sólo contravienen directamente la ley civil, sino que quebrantan la ley de esta Iglesia” (“¿Qué pregunta la gente acerca de nosotros?”, Liahona, enero de 1999, pág. 84).
Conclusión
Preparense para el matrimonio eterno. Y sean leales a su convenio del matrimonio.
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